Chicos, por más extrañas que parezcan algunas de las historias, no duden de ellas, aquí la historia de Sísifo, el soplón:
El Río Asopo tenía veinte hijas semidiosas (si, tantas como para un equipo de fútbol fluvial). Dos de ellas tenían por nombre Egina y Antíope, quienes no tuvieron mejor suerte que sucumbir ante los deseos de Zeus, que se presentó en forma de águila a Egina y de su unión nació Eaco.
Para seducir a Antíope se fue para el otro extremo, adoptó forma de Sátiro (ya les había hablado de estos personajillos, eran seres mitológicos mitad hombre, mitad macho cabrío) y bueno, de esta unión nacieron dos gemelos: Zeto y Anfión.
Entonces se dio que Sísifo (de lejos, el más astuto de los mortales) quien tenía por deporte favorito burlarse de los dioses y además era el rey de Corinto, delató a Zeus con Asopo, es decir, con el padre de las muchachitas, a cambio de que el dios Río le hiciera brotar una fuente en la fortaleza que el gobernaba.
Cuando Zeus supo quién lo había delatado (y nada le dio más placer pues se la traía jurada hace bastante tiempo) impuso a Sísifo un castigo que consistía en subir eternamente una montaña empujando delante de sí una enorme roca que, apenas llegaba a la cumbre, volvía a caer y obligaba a Sísifo a comenzar de nuevo.
Ni modo, si no nos incumbe, mejor quedarse calladitos, sobre todo si se trata del Dios de los Cielos.
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