sábado, 2 de febrero de 2013

48 - ORFEO & EURIDICE

Se dice que Orfeo era hijo del mismísimo Dios Apolo, además de músico tenía otras habilidades, era poeta, filósofo, teólogo y reformador de la moral y costumbres, es decir, paquete completo el muchacho. Prestó gran ayuda en la expedición de los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. Pero muy curioso él, luego viajó a Egipto, de ahí trajo la creencia de la transmigración de las almas y la doctrina de la purificación. 

 A Orfeo le agradaba mucho la compañía de las ninfas, se sentía como en casa, pero de todas ellas solo la llamada Eurídice logró conmover su corazón profundamente e iniciaron una historia de amor que debía de ser eterna, lamentablemente esto no fue así y un día Eurídice pisó mal y una víbora la mordió y murió en los brazos de su amadísimo Orfeo. El intenso dolor dio ánimos al héroe y decidió recobrar a su esposa o morir en el intento. Así pues con paso seguro y sin miedo descendió a los infiernos (si, ahí donde nadie quiere ir ni por error y los repartidores de comida no llegan ni aunque la propina sea atractiva) y pulsando la lira con sus maravillosos sones encantó a cuantos moraban en los dominios de Hades, como sería de dulce la música de Orfeo que imagínense todo esto: la rueda de Ixión dejó de girar, Sísifo descansó de la fatiga de su inútil trabajo (¿Se acuerdan? Sísifo es el que subía la piedra una y otar vez) y Tántalo por unos momentos se olvidó de los suplicios de la sed. 

Compadecidos Hades y Persefone del dolor de Orfeo consintieron aceptaron a su esposa Eurídice pero con la condición de no mirar hacia atrás hasta haber alcanzado el mundo de los vivos (esto de no mirar atrás es bien recurrente ¿no?) ... bueno, sigamos, entonces uno detrás del otro ascendieron la cuesta que conducía a la luz. Cuando Orfeo alcanzó la cima era tan feliz por hallarse de regreso que ya no pudo más y deseó contemplar a su amada pero ésta todavía no había alcanzado el umbral de lo invisible y con los brazos tendidos y un angustioso "hasta pronto" se desvaneció para siempre frente a sus ojos. Desonsolado Orfeo por perder una vez más a su amada rehuyó a los humanos y vagó por bosques intentando encontrar alivio en los acordes de su lira, con los que lograba domar a las fieras salvajes. Pero los dioses no podían permitir que un humano conociera los secretos del más allá y anduviera por ahí suelto, así que enviaron a las Ménades, las cuatro locas de pasión por él terminaron despedazándole. De esa forma el "hasta pronto" de Eurídice se transformó en una dulce realidad aunque fuera en el reino de las sombras donde permaneció para siempre con su amado Orfeo.


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